16 agosto, 2007

Los economistas y sus gráficos

Leo en “El País” la carta de un lector llamado Andrés Nebot que lleva por título: “El salario del pollo”. Les dejo su texto lleno de sentido común e ironía.

¡Estos economistas y sus números nos iluminan con su inagotable sabiduría! Ya sabíamos la vieja paradoja de que si una persona se come un pollo y la otra no, estadísticamente las dos se han comido medio. Argumento macroeconómicamente impecable, aunque, desde la economía doméstica, uno de los dos muera de hambre, también de manera impecable. Pero cuál no sería mi sorpresa cuando, con ocasión de la lectura en su diario del artículo de Marcos Peña (Sobre los salarios y sobre el país, claro) (EL PAÍS, 24-7-2007), observo que al argumento anterior los economistas han conseguido darle una nueva vuelta de tuerca.

Se nos explica con el siguiente sencillo ejemplo: "Supongamos una economía con tres habitantes en la que sólo trabaja uno de ellos, recibiendo un salario de 2.000 euros al mes. El salario medio es de 2.000 euros. (Por cierto, este razonamiento tuve que leerlo varias veces para comprenderlo, por culpa del pollo). Si una segunda persona accede al mercado de trabajo con un salario de 1.000 euros, ¿qué ocurre con el salario medio? ¡Ocurre que éste desciende un 25%!". O sea, que si con el pollo al menos todos comían (algunos de ellos, eso sí, de manera virtual), con los salarios no ocurre lo mismo, ya que en este caso los que no perciben salario no es que cobren cero, es que simplemente no existen; ni siquiera para la estadística, que ya es triste (en el sencillo ejemplo, para hallar la media igual hubiera dado que fueran tres personas que cien mil, pues sólo cuentan las dos asalariadas).

Así, para conseguir que España sea el país con el mayor salario medio, sería conveniente que todos nos fuéramos al paro excepto el señor Botín: un porrón de millones dividido entre uno da un porrón de millones, y, ¡ojo!, per cápita (la de Botín). Cuando en su momento formaba parte del contingente de parados, en mi ignorancia tenía yo, sin embargo, la inquietante sensación que poseen todos los parados de no contar para los índices macroeconómicos. De acuerdo, son las grandes cifras, pero que no se me diga que se está hablando "sobre el país, claro". Al menos, ahora sé que aquélla no era una falsa sensación.


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