El Artículo de Fernando Vallespín en El País, lo explica muy bien.
‘Sorpassismo’
Dícese de la inmoderada obsesión de los nuevos partidos españoles nacidos de la crisis político-económica por superar en votos o escaños a aquellos que integraban nuestro tradicional bipartidismo imperfecto. La aspiración por conseguir desplazar a estos partidos de su hasta entonces privilegiado lugar, perfectamente lógica y coherente en un sistema de competencia interpartidista, recibió el nombre italiano de sorpasso, adelantamiento, superación, acto de sobrepasar. El uso de este término en Italia aludía al constante intento del PC italiano por tratar de imponerse a la Democracia Cristiana, con el cambio político cualitativo que eso significaba. Su semántica se extendía, pues, a algo más que la victoria de un partido sobre otro, sería la diferencia llamada a introducirnos en una nueva democracia.
No es de extrañar, por tanto, que el primer partido en importarlo fuera Podemos en su tentativa por arrumbar al PSOE y convertirse en el referente español de los partidos de izquierdas. Pero no de una izquierda cualquiera, sino de un movimiento con la capacidad de romper con el anterior modelo de la Transición. Y tanto en las elecciones de 2015 como en las de 2016 estuvieron a punto de conseguirlo, al menos en votos. Lo que es importante observar es cómo la búsqueda del sorpasso, objetivo perfectamente legítimo, decimos, puede devenir en algo distinto cuando se convierte en una obsesión, cuando se carga de hybris y hace que la búsqueda del fin desatienda los datos de la realidad, el mayor pecado de la política. Es el momento en el que hace presencia el sorpassismo.
En Podemos pudimos percibirlo cuando en 2016 abortó la posibilidad de otorgar la investidura a una posible coalición de PSOE y Ciudadanos, propiciando así que el PP acabara haciéndose con el Gobierno. Desde entonces tanto él como sus confluencias vagan erráticos por el sistema de partidos español, aunque últimamente han intercambiado la épica originaria por el más rentable papel de partido-muleta de los socialistas que busca permutar apoyos por cargos.
Después apareció un curioso caso de sorpassismo agudo en el otro nuevo partido, Ciudadanos. Aquí el viaje fue a la inversa del de Podemos. Nació como partido bisagra, pragmático y templado, centrista, con capacidad para pactar a ambos lados del espectro político. En un sorprendente giro político abandonó toda su prudencia realista para intentar convertirse en el primer partido del centro derecha. Lo sorpresivo es que carece de la épica asociada a la misma idea de sorpasso —en realidad no hay una propuesta diferencial relevante respecto del PP, por ejemplo—, y, sobre todo, porque su intento de conseguir el adelantamiento ya había sido refutado por los últimos datos electorales.
Esta curiosa actitud impuesta por su líder alteró en parte el sentido del término sorpassismo, que pasó a equivaler, pura y simplemente, a ofuscación por alcanzar el poder supremo dentro de uno de los dos grandes ejes ideológicos sin considerar otras opciones que se presentan objetivamente como más rentables políticamente. (Para más información, consúltese “el misterio Rivera”, “psicopatologías políticas”, “hiperliderazgos fantasmas”).
Ese imaginario lo describe muy bien el profesor de ciencias políticas de la Universidad de Gotemburgo, Víctor Lapuente Giné en una columna del diario "El País":
El político no viste de Prada
Ser de derechas o de izquierdas en nuestro país implica asumir un conjunto casi inamovible de premisas, mientras que en otros países de Europa existe una mayor permeabilidad práctica entre ambas orillas ideológicas
Los españoles simplificamos la política a una sola dimensión. Si eres de izquierdas y quieres que el Estado intervenga en la economía, también estás a favor del derecho al aborto, la inmigración, la igualdad de género y los derechos civiles. Si eres de derechas, no sólo deseas un menor peso del Gobierno en la economía, sino también defiendes unos valores socioculturales más tradicionales.
Mientras en España existe una “super-dimensión”, en otros países la política se dirime en dos ejes. La división económica (izquierda versus derecha) y la división cultural (libertarios versus tradicionalistas). En general, estas dimensiones están relacionadas y los partidos económicamente de izquierdas tienden a ser algo más liberales en aspectos culturales. Pero pocos países tienen una superdimensión tan nítida como España. Sus geografías políticas son más complejas y menos frentistas. Por ejemplo, tienen partidos mixtos que son de derechas en lo económico, pero liberales y cosmopolitas en lo cultural. Además, pueden permitirse las grandes coaliciones a las que somos tan alérgicos aquí porque sus partidos socialdemócratas y conservadores tienen diferencias económicas pero, socioculturalmente, son vecinos.
¿Por qué los españoles somos más simplones? La razón no se encuentra en nuestra cultura o religión. Hay países católicos, como Irlanda o Bélgica, que tienen una fauna política tan diversa como la de los países protestantes. La causa histórica hay que buscarla en los habilidosos políticos de nuestro pasado, que fueron capaces de forjar una dimensión política a la que las generaciones posteriores se han ido adaptando.
Viajemos al siglo XIX. En sociedades como España o Francia, los emprendedores políticos liberales encontraron en la poderosa Iglesia a la “casta” (o al “Ibex35”) perfecto para movilizar a sus seguidores. De forma simétrica, y sin meternos en quién lanzó la primera piedra, los políticos conservadores utilizaron la cruzada religiosa (en algunos casos en sentido literal) para cohesionar a los suyos.
Cuajó así una dimensión política —anticlericalismo progresista frente a clericalismo conservador— con un enorme magnetismo. Cada movimiento político que ha surgido en décadas posteriores ha quedado atrapado por él, con los partidos situándose en algún punto de esa línea que va de la izquierda económica y el liberalismo cultural a la derecha económica y el tradicionalismo cultural. Una implicación es que, cuanto más de izquierdas eres en el sentido económico, más liberales deben ser tus valores culturales, y viceversa. Otra consecuencia de esta “superdimensión” es que las fórmulas híbridas fracasan, como atestiguan los intentos de crear partidos económicamente de derechas y culturalmente liberales, de la Operación Roca a UPyD.
Nuestra visión económica entraña una visión cultural. E incluso una estética, como ponen de manifiesto las cíclicas contraposiciones de indumentarias políticas tan propias de nuestra historia: del calzón corto frente a levita en los tiempos de Joaquín Costa a las camisetas frente a las corbatas en esta legislatura. En España nos es más difícil empatizar con los adversarios políticos porque nos separan más cosas de ellos.
La superdimensión ejerce un fuerte magnetismo sobre cualquier nueva divisoria política. Como han subrayado los politólogos Jan Rovny y Jonathan Polk, el mapa político europeo es tremendamente estable dentro de cada país. Cambian las siglas, pero, para sobrevivir en un entorno mediático moldeado por unas cosmovisiones definidas, los partidos acaban mimetizando las posiciones de sus predecesores. Y en el caso español eso quiere decir que, si eres de derechas, adoptas valores tradicionalistas; y, si eres de izquierdas, liberales.
¿Han alterado los partidos de la nueva política esta tendencia? Podemos titubeó mucho. Por una parte, jugó a postularse como un partido culturalmente liberal pero que no fuera de izquierdas ni de derechas. Por otra, quiso seguir la vía de Syriza y de los populismos latinoamericanos: económicamente de izquierdas, pero culturalmente nacionalista y euroscéptico (cuando pedían que España no fuera una “colonia de Alemania” y apelaban al patriotismo).
Pero han llegado a la conclusión de que abrazar con fuerza el tablero es más fructífero que romperlo. Podemos (con sus confluencias) se ha asentado en la casilla contigua al PSOE: económicamente un poco más de izquierdas y culturalmente un poco más liberal. A la sombra del PSOE y preparados para desbancarlos con un programa parecido pero algo más picante. Como, por ejemplo, ha hecho ya Barcelona en Comú, que no sólo ha reclamado la herencia de Maragall, sino que ha absorbido a gran parte de la intelligentsia del PSC.
Ciudadanos es el partido nacional más misterioso. Mantienen una posición ideológica históricamente suicida en España: de derechas en economía pero liberales en valores. En algunos asuntos, como inmigración o igualdad de género, parecen caer en la tentación conservadora. Pero, al menos en parte, es porque todos los estamos empujando en esa dirección. No entra en nuestra mentalidad política simplista un espécimen complejo como Ciudadanos y aprovechamos cualquier excusa para convertirlos en lo que esperamos de un partido económicamente de derechas: que sea reaccionario en valores. Asumimos que tienen que ser la sombra del PP. Su marca blanca. Sin embargo, los datos indican que, de momento, Ciudadanos resiste como el partido más alejado de la superdimensión política. Nuestro partido más protestante.
El magnetismo de la superdimensión también ha afectado a los partidos nacionalistas. PNV y CiU han tenido éxito cuando han sido moderadamente de derechas y moderadamente conservadores en valores. En una posición intermedia entre el PP y el PSOE. Incluso su nacionalismo se ha basado más en el localismo y el respeto a las tradiciones que en la autodeterminación y la ruptura. Cuando se han salido de su casilla en la superdimensión, emprendiendo el viaje a Ítaca (que un partido nacionalista de izquierdas puede permitirse más fácilmente porque son percibidos como libertarios), se han extraviado. Será interesante seguir el proceso de refundación de Convergència-Democracia i Llibertat en los próximos meses: ¿volverán a su posición o se adentrarán, como Ciudadanos, en la inhóspita senda del liberalismo social de derechas?
Ojalá se atrevan. Porque, para superar el enroque en el que se ha metido la política española, necesitamos varios partidos dispuestos a romper con la superdimensión. Partidos que se atrevan a navegar entre esas dos orillas tan alejadas en las que se ha convertido la política española. Ganaríamos en riqueza política. Y de vestuario.
Las portadas de la prensa británica. Unas están encantadas con la salida y otras con un disgusto... y yo como europeísta no quiero una Europa que llega tarde a todo: a parchear las crisis económicas, a no respetar los derechos humanos, a ser un cementerio de elefantes y lobbystas, a tener una web obsoleta y de lo menos amable, etc. Europa Sí, pero con sus deberes bien hechos y una ciudadanía contenta e informada de sus políticas y políticos.
Víctor Lapuente, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Gotemburgo, ha escrito en el diario "El País", un artículo de lo más interesante de las campañas políticas actuales:
Campaña narcisista
La nuevas tecnologías y las redes sociales han desplazado el protagonismo de las elecciones de los candidatos a los votantes. Ganan los candidatos que estimulan más nuestro ego y se adaptan mejor a nuestros egoísmos
La campaña electoral es una fiesta narcisista. Pero no porque los candidatos se paseen por los platós de televisión exhibiendo sus dotes seductoras, artísticas o culinarias. Los narcisistas somos nosotros, los votantes. Y los candidatos lo saben. Los más listos dedican sus esfuerzos a ponernos un enorme espejo delante que, como a Narciso, nos recuerde qué bellos y bellas somos.
Los políticos nos piropean. Trabajadores por cuenta propia, autónomos, emprendedores, pensionistas, urbanitas y gentes del mundo rural, nos emocionan hasta vuestras alcachofas. Y qué injusto ha sido el país con vosotros. Pedid y os será concedido. No, yo no voy a exigiros nada a cambio. Faltaría más, con todo lo que ya habéis sufrido ya. Os han “machacado a impuestos”, habéis sido “víctimas de la austeridad”. Merecéis que alguien compense vuestros esfuerzos.
¿Cómo es posible que, con lo hermosos que sois, el país esté tan feo? Pues porque habéis estado gobernados por malos representantes, unos políticos que no han escuchado vuestras voces cristalinas. No necesitáis ningún representante excepcional. Vosotros sois los excepcionales. Necesitáis políticos que os escuchen, que atiendan vuestras demandas en lugar de perseguir sus mezquinos intereses.
Las campañas electorales han cambiado de naturaleza. Durante la época de los partidos de masas, los candidatos ponían el énfasis en el programa. Se votaba a aquellos que mostraban unas propuestas programáticas más atractivas. Con la llegada de la televisión y los grandes medios de comunicación de masas, el foco giró al candidato. Se premiaba a quienes proyectaban un candidato más atractivo. Guapo como Kennedy, carismático como Clinton, o campechano como Bush (hay equivalentes en España, pero seguramente no nos pondríamos de acuerdo en quién ha sido qué). La eclosión de las nuevas tecnologías y las redes sociales ha movido el protagonismo de la campaña hacia los votantes mismos. Se confía en los candidatos que presentan a una ciudadanía más atractiva. En quienes nos ensalzan más. Y estén más dispuestos a mimarnos.
Hoy no nos interesan mucho los programas. Aunque todos nos quejemos de la poca sustancia de los debates políticos, la comunicación política del 26-J —responsabilidad colectiva de medios y de los asesores de los candidatos que, de hecho, son perfiles profesionales muy similares— se basa más en “relatos íntimos” o en la “trastienda de la campaña” que en la discusión programática. Cuentan más las interacciones entre candidatos y votantes (o, mejor aún, sus niñas y niños) que entre los propios candidatos. Los debates públicos donde los candidatos pueden mostrar la fortaleza y debilidad de sus propuestas en contraste con la de sus oponentes son sustituidos por encuentros entre candidatos y gente corriente. Quienes interrogan a los candidatos son familias sentadas en el sofá de sus casas, estudiantes en sus clases o presentadores afables que tratan de reproducir el lenguaje, y la escenografía, de la calle en sus programas de entretenimiento. Estos programas no versan sobre el político entrevistado, sino sobre nosotros mismos. No revelan cómo es el político en la intimidad, sino cómo es nuestra intimidad. El objeto no es retratar a Mariano, Pablo, Pedro o Albert; sino reflejar nuestra cotidianidad. Un espejo.
Y es que, a pesar de la insistencia de tantos analistas en que la política se ha personalizado mucho, en el fondo no nos interesan los candidatos. No nos importa demasiado cómo son. No les votamos porque tengan un carácter sólido. Nos da igual si antes se declaraban comunistas, luego posideológicos y ahora socialdemócratas. Como a los votantes de Trump les da igual que éste defienda que vuelvan las tropas y que se deporte a todos los inmigrantes indocumentados y al día siguiente que se bombardee Siria y que se legalice a muchos indocumentados. No les votamos porque nos caigan bien. Más bien, tendemos a juzgarlos como excesivamente soberbios o planos. Ni tampoco porque sean moralmente rectos. Toleramos que sean pillos o incluso laxos con la corrupción.
Les votamos por lo que dicen, explícita o implícitamente, sobre nosotros mismos. Confiamos en un candidato no porque nos caiga bien, sino porque nos hace caer bien a nosotros mismos. No votamos a un gran político, sino al que nos hace sentir grandes. No al político más preparado, sino al que nos hace creer que nosotros somos los más preparados.
En la nueva política, los candidatos que más estimulan nuestro ego son los más exitosos. Y hay dos fórmulas para conseguirlo. La primera es empoderarnos: elevarnos a la categoría de decisores políticos. Es ideal para los asuntos controvertidos, desde la pertenencia a la UE y la vertebración territorial del país al diseño de la política de defensa. Como Poncio Pilatos, los políticos se lavan las manos y dejan que sea el pueblo quien decida. Los procesos participativos y referendos proliferan en toda Europa, tanto en la radical Grecia como en el conservador Reino Unido, tanto para decidir qué hacer con un tranvía como para permanecer en la UE. Y si hay una característica que une a los seguidores de Trump es que consideran que su voz no cuenta a la hora de tomar las políticas públicas. Con lo que, si accede a la presidencia americana, no es descartable que las decisiones más controvertidas se acaben tomando vía SMS de los telespectadores como en Eurovisión o en un concurso de belleza.
La segunda estrategia es regalarnos políticas customizadas. Sí, desde siempre los políticos han prometido mucho. Subrayaban los beneficios de sus políticas y dejaban la financiación para la letra pequeña. Pero debían ofrecer paquetes estandarizados, para todos por igual. Eso eran las ideologías. Ahora, parcelan sus productos para cada nicho de votantes. Desgravaciones para los autónomos, rebajas fiscales para los jóvenes emprendedores, horas de trabajo semanal para los funcionarios, actualización de las pensiones de acuerdo con el IPC… Los políticos se reúnen con representantes de los grupos de interés, constatan lo “legítimas” que son sus demandas, y las incorporan en sus programas, que se convierten en un mero reflejo de las mismas. Un espejo.
La nueva política es un tiempo de ideologías delgadas. Pero también de candidatos delgados. Pues lo que importa no son los programas ni los políticos, sino nosotros. Y nuestros intereses más particulares y más egoístas. Esos sí que han engordado.
Ruanda, Bolivia y Cuba, los países con más representación femenina en sus cámaras legislativas.
España, con un 40% de escaños ocupados por mujeres, es el cuarto país europeo con más parlamentarias, sólo por detrás de Suecia, Finlandia e Islandia. Omán.
Kuwait, las Islas Salomón, Papúa Nueva Guinea y el Líbano, los lugares con menos mujeres en las cámaras.
¿Se imaginan si el periodismo dejara de existir? Viñeta de El Roto en El País de hoy.
Decía Andrew Vachss que el periodismo es la protección entre la gente y cualquier clase de regla totalitaria. Es por eso que mi héroe (y heroína), obviamente dañado, es periodista.
Les dejo una carta al director de "El País" de un lector - Luis Alberto Rodríguez de León - titulada: "La ofensa siempre es evitable", por la salida de tono de Pablo Iglesias al reprender a un periodista.
No conozco a Álvaro Carvajal. Tan solo
he leído algunos de sus artículos. Tampoco conozco a Pablo Iglesias. El primero
dedica su vida profesional al periodismo, y el segundo hace unos años que
intuyó que podría ser el adalid del cambio presidiendo el Gobierno de España.
Para lo de Álvaro se precisa tenacidad, rigor, imparcialidad, integridad y
mucho trabajo. También para lo de Pablo. Por eso, insinuar que algunas personas
podrían utilizar y compartir informaciones que no se ajustan a la verdad con el
único objetivo de medrar en sus respectivas ocupaciones sería impropio de
ambos. Máxime si se personaliza, y más aún si se hace en público. Porque una
ofensa lo es aunque se haga en tono amable. Lo es, se haga con ironía o sin
ella; y lo es, se haga en una rueda de prensa o peor aún en un ambiente
académico —la Universidad—. Hay errores inevitables, pero hay otros que, por la
torpeza que supone caer en ellos, retratan por mucho tiempo a quien los comete.
Porque no
demostrar cintura política en un tema menor te inhabilita para hacerlo ante
problemas de mayor envergadura. Por cierto Pablo, el aplauso ha sido publicado,
visto y oído.
Con ese titular llama el periodista de "El País" Fernando Garea a la XI legislativa de la democracia que termina mañana 2 de agosto con un Real Decreto del Rey Felipe VI. Ese artículo dice:
La XI legislatura de la democracia empezó un 13 de
enero con diputados en mangas de camisa, un bebé en los escaños,
juramentos insólitos y unas rastas pasando
por delante de la corbata de Mariano Rajoy. Ha tenido besos entre diputados en el hemiciclo y
está a punto de acabar más de tres meses después con un
actor disfrazado de Cervantes en la presidencia del Congreso y actores
profesionales entre los escaños.
Un giro
radical, porque hace solo dos legislaturas, anteriores presidentes delCongresocomoManuel MarínyJosé Bono instaban a
usar corbata en el pleno y denegaban el uso del hemiciclo para la grabación de
una serie sobreAdolfo Suárezy
otra sobreClara Campoamorcon
el argumento de que la Cámara no es un plató de cine. ConPatxi López de presidente
y, sobre todo, con la Cámara fragmentada ha sido posible todo, salvo someter a
control al Gobierno en funciones y aprobar proposiciones de ley, porque por más
que lo hayan intentado los plazos del procedimiento legislativo lo hacen
imposible y su trabajo ha sido inútil, dentro de una ficción institucional.
Las formas han
cambiado en la legislatura más corta, aunque todos los grupos admiten que el
envoltorio, las normas de funcionamiento de la Cámara no se han podido
modificar y la institución sigue a falta de reforma legal. Simbólicamente, el
miércoles en el último pleno antes de la disolución de las Cortes, se dedicará
parte del debate a una iniciativa de reforma del reglamento que volverá a
decaer cuandoel 2 de mayo se disuelvan las Cortes por falta de acuerdopara la investidura. El círculo se
cerrará y, por diferentes motivos, terminará otra legislatura sin reformar ese
reglamento. Y van ya ocho legislaturas, desde 1982, de reforma frustrada.
Otra novedad es
que, por primera vez, el Congreso ha servido como sede de las negociaciones para formar Gobierno, en una frenética
actividad de los líderes ante los medios, con días de políticos constituidos en
rueda de prensa permanente. Para la
vicepresidenta de la Cámara y diputada del PP,Celia Villalobos, “todo
ha sido muy diferente, porque se han roto muchas barreras y se ha saltado por
los aires el reglamento y otras cosas que se habían hecho siempre de manera
diferente”. Villalobos, por ejemplo, critica que la
Cámara haya intentado el control al Gobierno en funciones, por primera vez, y
considera que se incumplió el informe jurídico de la Secretaría General del
Congreso que limitaba su actividad. Explica que “hay
malestar entre los funcionarios del Congreso” y asegura que “lo de Cervantes
fue una miajita ridículo”. En su opinión, “se han perdido muchas cosas, aunque
es verdad que ha habido otras positivas como el diálogo y la necesidad de
acuerdo”.
En la breve
legislatura ha habido escaramuzas políticas como la batalla luego rectificada
que situó aPodemosen el gallineroy
acuerdos para aprobar una veintena de proposiciones de ley pidiendo derogar el
legado normativo delPP, como la reforma laboral,la LOMCE, la Ley de
Enjuiciamiento Criminal o la ley mordaza, aunque solo con un valor simbólico.
Nada que ver con el rodillo implacable de la mayoría absoluta del PP.
"Es verdad
que está siendo una legislatura muy especial para todos, pero en la que estamos
aprendiendo a encajar un tiempo nuevo, sin mayorías y sobre todo, por fin, sin
el rodillo del PP que tanto daño ha hecho a la ciudadanía y a la propia
democracia estos cuatro años", explica el portavoz del PSOE,Antonio Hernando.
ParaMarcelo Expósito,
representante deEn Comú Podemen
laMesa, “ha cambiado el
clima, el Congreso, se ha aireado y se han aplicado nuevas formas basadas en el
diálogo y se ha visualizado un eje de izquierdas en las iniciativas que se han
debatido y aprobado”. Explica que ha
habido avances en transparencia de la Mesa, aunque quedarán para la siguiente
legislatura. Se ha puesto el
foco sobre beneficios económicos de los diputados, pero con pocos efectos
prácticos porque se han mantenido casi todos. Por ejemplo, Podemos propuso
eliminar los coches oficiales para los miembros de la Mesa, pero tras una
reunión con el comité de empresa de los conductores, rebajaron su idea y se
dejó en que ni ellos ni los delPSOEtuvieran
vehículos asignados, sino que utilizarían los disponibles para desplazamientos
urgentes.
También se han
mantenido los viajes oficiales de diputados. Expósito admite que no les ha dado
tiempo a introducir cambios. En la web del Congreso constan viajes como uno de
la delegación española en la Asamblea Parlamentaria delConsejo de Europaen Estrasburgo entre los días 25 a 29
de enero de 2016 con un importe de 95.925,99 euros. En este momento
la diputada de Podemos y miembro de la Mesa,Gloria Elizo, está en Mongolia en viaje oficial.
Sobre el
contenido de las iniciativas, Podemos muestra como ejemplo de temas nuevos que
han llegado al Congreso suLey 25 de emergencia social. Se admitió a trámite, pero con
críticas a su redacción como la del diputado deERCJoan Tardà, nada
sospechoso de afinidad al PP, que muestra el nivel de técnica legislativa de
algunas iniciativas. “Estamos convencidos de que ustedes no tenían la voluntad
de hacer la chapuza que han hecho. Sí, porque es inconcebible, inconcebible.
Nos comemos un sapo. Creemos que ustedes van a valorar este sacrificio
entrecomillado que hacemos”, dijo.
Este miércoles,
el diputado dePodemos-En ComúJaume Moyaterminó
su intervención en la tribuna en el debate sobre el voto a los mayores de 16
años con un grito: “¡Visca la revolució!”. El grito, que en otra
legislatura llevaría a escándalo, pasó inadvertido y en elDiario Oficial de Sesionesconsta como: “El señor diputado
termina su intervención en catalán”.
Seguir la carrera presidencial de EEUU a través de la herramienta Election Tracker' 2016. El análisis aplicando el big data. Con esta nueva aplicación los medios de comunicación pueden monotorizar, comparar y visualizar la cobertura de las principales publicaciones y agencias online del mundo en tiempo real. Permite además, comparar de forma interactiva cada uno de los candidatos atendiendo a diferentes factores como menciones por temáticas, históricamente, geográficamente o en función del tono. La plataforma está en este enlace, y ahí podéis ver un ranking de los candidatos en función del número de menciones, discernir entre artículos positivos, negativos o neutrales y determinar una búsqueda por palabras clave: http://electiontracker.us/ Y lo podéis ver en toda su expresión en el USA Today, por ejemplo: http://www.usatoday.com/pages/interactives/poll-tracker-2016/
"No cabe la menor duda de que en los últimos meses la figura de Pablo ha sufrido un desgaste importante". Abril de 2015. Las elecciones autonómicas y municipales están a la vuelta de la esquina y Podemos se ha desinflado en las encuestas. Podemos pone en marcha su maquinaria de comunicación y redacta un detallado informe en el que desgrana cómo debe comportarse Pablo Iglesiaspara convertirse en un buen presidenciable: qué mensajes repetir, cuáles evitar, cómo volver a ser "gente normal" y parecer más cercano.
"Se trata de mostrar que no somos políticos al uso, cerrados en el cálculo y la diplomacia", apunta el informe, de 38 páginas. Sin embargo, nada se deja a la improvisación. El análisis interno al que ha tenido acceso EL PAÍS, tituladoEstrategia de comunicación del secretario general, recomienda incluso qué gestos debe cuidar Iglesias para "no caer en la soberbia". O el tono que tendría que emplear cuando hable en público, "menos de mitin y más narrativo o explicativo".
Los asesores de Podemos empiezan por diagnosticar qué ha provocado el desgaste de Iglesias como líder. Hablan de dos ideas problemáticas: el "agotamiento del discurso" y el "endiosamiento/arrogancia" de la cabeza visible de la formación. El informe no rehúye los aspectos negativos, de los que parte para intentar busca soluciones. "Hace un año Pablo Iglesias (y otros) era gente normal, de modo que podía hablar en nombre de la gente normal. Pero ya no lo es, ni lo volverá a ser. No puede enunciar el discurso de la gente porque ya no es gente".
La idea de la arrogancia de Iglesias aparece en varias ocasiones. Una idea que, "más allá de lo mediático", es decir, de la comparación con la supuesta cercanía de Albert Rivera que muestran los medios, tiene que ver también con cómo se presenta Iglesias y hasta con "actitudes discursivas y corporales". Por ejemplo, el líder aparece y desaparece "en una burbuja", rodeado por su equipo y los medios. Y eso puede dar la sensación de "llegar escoltado y de ser inaccesible, y de huir de la prensa y de la gente".
Tono de rapeo en los mítines
El "tono de rapeo" que emplea Iglesias en los mítines tampoco ayuda, aseguran los asesores. Ni "la estrategiahola don Pepito, hola don José de esperar que el público repita determinadas frases o respuestas". "Una mayor naturalidad y cercanía en el tono", en cambio, le acercaría a la gente.
El informe está lleno de reconocimientos de errores, como la gestión mediática de la relación con Venezuela, que ha sido "difícil y pésima", escriben. También eso ha contribuido al deterioro de la imagen del líder. Añaden que ahora (abril de 2015) Podemos es un actor plausible de Gobierno, algo que "exige una concreción y un nivel de desarrollo de las propuestas para el cual estamos todavía poco preparados". Y desligarse del relato del partido "pequeño, radical, defensivo, con maneras y conflictos de partido convencional, significado muy a la izquierda".
Los asesores insisten en que diseñar un nuevo perfil para Iglesias no consiste en construir una persona nueva, sino "dibujar un personaje público lo más parecido posible a lo que es". "Pablo tiene que volver a ser Pablo Iglesias, el tipo de la calle humilde, inteligente y ambicioso, razonable, pedagógico y transversal que pone palabras a los pensamientos y sentimientos de la mayoría", señalan.
La imagen de Pablo Iglesias, "intelectual joven, crítico y culto", puede presentar algunas debilidades, señalan los asesores de comunicación de Podemos. "El perfil de crítico, dados los rasgos timoratos de la cultura española, puede ser todavía muy estigmatizado", escriben. "El perfil joven aporta una imagen poco consolidada", añaden. Para mejorar la imagen que tienen de él los ciudadanos, el informe propone varias actividades, como entrevistas, presencia en "manifestaciones culturales de altura" o encuentros privados.
Hacer el Camino de Santiago
Los asesores proponen "elevar" la imagen de Iglesias en el aspecto cultural, para lo que ponen como ejemplo su asistencia a eventos como el festival de Otoño de Madrid o el festival de teatro de Mérida, el museo del Prado, la final de la Copa del Rey o un concierto de Leonard Cohen. También sugieren "algo más mayoritario", como "hacer el último tramo del Camino de Santiago, visitar Doñana o Atapuerca o subir al Teide".
La presencia en los medios de comunicación de Iglesias ocupa otro de los apartados del informe. Los asesores aseguran que ha estado "muy condicionado por los ataques a Podemos y cuándo no salir para evitar que las entrevistas/intervenciones de PI girasen solo sobre esos temas y dañara la imagen". La conclusión es muy crítica: "Hemos dado una respuesta deficiente a la gran presión a la que está sometido Pablo por la prensa y por la gente en general cuando aparece en público".
El informe recoge cómo Iglesias fue desapareciendo poco a poco de la primera línea en los medios de comunicación. Dejó de ser tertuliano en los debates de la televisión y ya solo acudía para ser entrevistado. A las tertulias empezaron a ir sus colaboradores. Los asesores reconocen que en aquella época se priorizó la aparición de Iglesias en medios internacionales antes que nacionales "por el mejor trato y porque hay más posibilidades de evitar los temas más desfavorables y de situar nuestros temas".
El informe recomienda cómo priorizar las entrevistas con medios nacionales: "Hay que estar presente en todo el espectro. El criterio nunca puede ser la afinidad".
"Nos estamos avinagrando"
La imagen de Iglesias, señala el informe, ha acusado el desgaste "sobre todo en un gesto cada vez más agotado y huraño". No transmite ilusión, sino dificultades, continúa. Los asesores comparan el gesto del líder de Podemos con la imagen que proyecta Albert Rivera, que aparece feliz y "entusiasmado" con su "misión". Iglesias, en cambio, no transmite que esté contento. "Más que moderando, nos estamos avinagrando", escriben. "Preferimos a Pablo sonriendo":
El equipo de comunicación de Podemos, que declinó responder a EL PAÍS acerca del informe, también analiza al detalle qué tipo de exposición mediática le conviene a Iglesias para volver a acercarlo al electorado y transmitir mejor los mensajes. Son conscientes de que cualquier pequeño detalle le convierte en noticia. "Si alguien difunde que está en el cine, o corriendo, o tomando unas cañas, el efecto será bueno, de persona normal y de refuerzo de su perfil y de cómo se le conoce. Solo habría que evitar situaciones comprometedoras, y cuidar a terceros (y sobre todo terceras)", concluye.
Evitar Venezuela
Los asesores creen que, a la hora de construir una buena imagen pública del líder de Podemos, tienen que evitar las comparaciones con Venezuela. "Desmarcarnos de la vinculación agresiva de Pablo Iglesias con América Latina y en especial Venezuela", recomiendan, y centrarse en "el eje de la socialdemocracia nórdica y europea" y en la proyección de buenas relaciones con el mundo anglosajón (EE. UU. y el Reino Unido).
¿Y cómo desvincularse de Venezuela? "Por medio de una aproximación a países como Brasil, Chile o incluso Colombia, que gozan de una reputación y una imagen mucho más positivas". Se trataría, continúa el informe, "de pasar de Venezuela a Iberoamérica", por ejemplo aceptando una propuesta de viaje a Chile y Brasil "para realizar encuentros con Lula o Bachelet".
Decía Sebastián Piñera, presidente de Chile hasta 2014, que la diferencia entre un politólogo y un político era la misma que entre un ginecólogo y un donjuán. Uno lo analiza, el otro lo vive. Al menos hasta que Pablo Iglesias se presentó en la tele como profesor de Ciencias Políticas de la Complutense para proclamarse cinco años después vicepresidente del cambio en la sala de prensa del Congreso, como si los ginecólogos también tuvieran derecho a amar.
"La política es algo demasiado importante para dejarlo sólo en manos de los políticos", defiende José Ignacio Torreblanca, profesor de Ciencia Política en la UNED y columnista habitual del diario "El País" desde 2008, posiblemente el año que marcó el inicio de la repentina edad dorada de los politólogos en España.
La nota de corte en el grado de Ciencias Políticas de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona en el año 2009 era de 5,82. El año pasado fue de 7,44. El curso pasado 3.320 alumnos pasaron por distintos grados de la Facultad de Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. La nota de corte allí apenas pasaba del 5.
María Benita Beneitez Romero es vicedecana de estudios de Grado y Planificación docente del Departamento de Ciencia Política y de la Administración de la Complutense. Admite que tras el éxito de Podemos en las elecciones europeas de 2014 esperaban un aumento significativo de alumnos allí donde germinó el partido. No se produjo. "En el curso 2014-2015 conseguimos completar la oferta en junio y no en septiembre, pero no fue algo significativo. No creo que exista un fenómeno más allá del que supuso Podemos, un grupo de alumnos de este centro que tenían las competencias necesarias para captar un momento social, que tenían estrategias que otros no tienen. No todo se explica desde el Derecho o la Economía y ellos lo sabían", explica.
Beneitez sostiene que el fenómeno de los politólogos no es tal. "Los ha habido siempre, pero antes el foco no era tan visible como ahora".
En el año 2010 un grupo de amigos, académicos e investigadores en su mayoría, crearon Politikon, un proyecto para "promover debates y políticas basados en el conocimiento de las ciencias sociales". La media de edad apenas supera los 30 años. Seis años después casi todos sus miembros son analistas de cabecera en los principales medios de comunicación nacionales. Roger Senserrich, Kiko Llaneras, Elena Costas, Jorge Galindo, Pablo Simón... Suman miles de seguidores en Twitter y se van turnando en emisoras de radio, artículos de opinión o tertulias televisivas.
Simón, coautor de "La urna rota", sitúa el boom de la politología en el terreno de la oferta y la demanda. "Hay más interés por la política, la gente quiere entender qué está pasando, quiere entender cosas que no eran sencillas, es algo evidente desde el 15M. Hay una demanda clara de opinión y análisis, sobre todo a partir de una crisis económica que estuvo muy vinculada a causas políticas, y eso coincide con una oferta de politólogos, más jóvenes pero capacitados, que han podido marcar su propia agenda a través de internet y que pueden puentear a los gatekeepersclásicos, no necesitan a los medios de comunicación tradicionales para trasladar sus análisis".
"En otras crisis la gente se desengancha de la política, pero esta vez ha aumentado el interés", apunta Torreblanca. "Antes te podías aislar de la política, pero con el paro que hay, la corrupción... El tinglado se ha caído y ha habido una repolitización de la vida pública".
El profesor de la UNED vuelve a Pablo Iglesias para hablar del "politólogo total", una particular evolución de la profesión. "Es un caso casi único de profesor, activista, periodista, comunicador, político... Podemos es una fusión muy curiosa de muchas cosas, un partido que se funda como un plató de televisión. Antes siquiera de tener sede tiene una tertulia".
Iván Redondo es consultor político, firma en EL MUNDO el blog 'Moncloa Confidencial'. Para él, la culpa de todo la tiene Obama. "En 2008 empieza su carrera hacia la Casa Blanca y de repente en España se repartía betún, todos los políticos querían ser Barack Obama. Aquello sí fue un boom, que coincidió además con el nacimiento de YouTube o Facebook. Desde entonces hemos evolucionado muchísimo y la disciplina está plena y madura. Se han elevado las exigencias de la información, se trata de convertir la información en conocimiento, la gente quiere que concretes, el votante exige que se le expliquen las cosas desde otras ópticas. Ocurrió lo mismo con los economistas durante la crisis. Ahora hemos vivido el despertar de una profesión que ya está despierta en otras democracias".
Simón escribía en Politikon: "No tenemos más opción que convertirnos en una suerte de cuervos dedicados a rebajar expectativas. Si queremos ser honestos, nuestra coletilla más recurrente debe ser 'eso que dices no está claro'"Redondo compara la figura del politólogo en la información política con la de personajes como Michael Robinson o Maldini en la información deportiva. "El politólogo no puede hacer periodismo, ni política, debe aportar otra información, análisis técnico". Dice Pablo Simón que un politólogo no puede ser un "tertuliano" más. "No podemos saber de todo, hay que intentar dar un análisis no partidista, equidistante".
"Las tertulias de periodistas se agotaron", celebra Torreblanca. "Afortunadamente nos hemos quitado de encima esa tertulia tan nociva para el periodismo entre periodistas de izquierdas y de derechas, reemplazando directamente a los políticos afines. Y funcionan más los formatos con datos, con expertos".
¿Hasta cuándo? ¿Se irán un día los politólogos de nuestras pantallas sin despedirse? ¿Quién se acuerda ahora de los simpáticos economistas que nos traducían la crisis hace unos años? "Hubo una burbuja con los economistas, pero el caso de los politólogos es distinto", admite Simón. "Las crisis económicas acaban pero siempre hay temas políticos de los que hablar. No se vislumbra una situación política estable", mantiene el politólogo. "Habrá un momento en el que dejaremos de salir y será bueno, pero quedará un nivel de base mucho mayor que el de antes de la crisis".
"Este fenómeno va a durar un poco más que el fin de la crisis porque la gente se va a quedar vigilando", añade José Ignacio Torreblanca.
Iván Redondo lo tiene claro: "Los economistas aparecen en periodos de crisis, pero el consultor político ha llegado para quedarse".