19 diciembre, 2007

Sandeces, las justas

Es que lo tengo que poner aquí porque me han pitado los oídos al oír las tonterías de nuestros líderes políticos. Por dios, un poco de sentido común, que parece que lo tienen... pero con tomadura de pelo a la ciudadanía.

Que el gobierno recomiende comer conejo en navidades por la inflación y que todo un ministro de economía y hacienda diga que la inflación que sufrimos los españoles se debe en parte a las propinas que dejamos cuando tomamos un café o un refresco es como para pensar si se están cachondeando de nosotros... y con todas unas elecciones generales a la vuelta de la esquina no está el horno para estupideces.

¿Cuál es la izquierda útil?

Dos post más abajo hablábamos del bipartidismo imperfecto español y de la derecha unificada y la izquierda variopinta y diversificada... ahora resulta que el cartel de izquierda unida para la precampaña de las generales del 2008, ellos se llaman la izquierda útil; y si ellos, son la útil, ¿la otra qué es?... ¿cuál es la izquierda útil?, ¿sobra alguna izquierda?
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14 diciembre, 2007

Deshojando la margarita del debate

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Siempre que llegan las elecciones generales suenan los tambores de los debates electorales. Al principio, parece que quieren debatir todos los líderes; después, cuando ven los puntos que sacan unos partidos y otros en las encuestas electorales, los jefes de las campañas se vuelven hacer replanteamientos de si “nos” interesa debatir o no y de qué ganamos y perdemos si hacemos un debate en televisión.

España, ya lo sabemos, no es un país en el que sus líderes estén interesados en debatir; recordemos que el último cara a cara fue hace unos catorce años, allá por 1993 entre Felipe González y José María Aznar.

En esta semana, nos hemos enterado que se han reunido los coordinadores de las campañas del PSOE y del PP, José Blanco y Pío Cabanillas, para establecer dos debates cara a cara entre Zapatero y Rajoy en televisión. Uno que se celebraría en la primera semana de precampaña o la primera de campaña; y el segundo debate, en la última semana de la campaña.

Las elecciones se celebrarán el 9 de marzo próximo y apuesto mi apartamento en los Alpes franceses a que no veremos ni un solo “cara a cara” entre los líderes; se pondrán pegas de última hora de que si no me conviene la tele pública, ni la escenografía planteada, ni la silla, ni la mesa, ni el presentador como se peina.

Soy la primera que quisiera ver un debate político entre nuestros dos líderes para analizar el discurso, la comunicación no verbal, la defensa, los argumentos, los ataques... pero pensando como un consultor político... antes de divertir al público con un debate, está si hacer un cara a cara interesa, o no, políticamente para captar votos en las elecciones y eso depende de cómo vaya “la carrera de caballos” en ese momento.

Bipartidismo imperfecto español

No soy muy partidaria de poner textos que salen en los periódicos, pero se habrán dado cuenta que sí abundan por el blog. ¿El por qué?, no puedo reprimir algunas opiniones y columnas sesudas de algunos y algunas especialistas que reconozco que dan una visión global al conjunto de la política sea en su dimensión ideológica o técnica; y eso siempre hace más vivo y variopinto al blog.

Les dejo con una columna que publicó ayer el diario “El País” de Joseph Ramoneda, que lleva por título “La manta” y plantea cuestiones como el bipartidismo imperfecto español y que nos deberíamos preguntar (buena pregunta) el por qué los partidos de la derecha han conseguido unificarse y la izquierda no.

La manta

Los dos principales partidos españoles -el PSOE y el PP- tienen que abarcar un espacio político tan extenso que es casi imposible tallar una manta ideológica que lo cubra por entero. De modo que, especialmente en vigilias electorales, vemos cómo los esfuerzos para hacer llegar el manto protector a todos los vértices del espectro ideológico producen efectos inesperados. El sistema político español evolucionó desde el primer momento hacia el bipartidismo. Un bipartidismo imperfecto, debido a la resistencia de Izquierda Unida a desaparecer y a los partidos nacionalistas y regionalistas a los que el Estado autonómico ha dado un plus de representatividad que da una sana complejidad al sistema y dificulta la formación de un rodillo PSOE-PP que allane la pluralidad de España. Aunque ahora no viene al caso, sería interesante preguntarse por qué la derecha ha conseguido su unificación y la izquierda no. Probablemente las luchas a muerte entre socialistas y comunistas en el pasado pesen todavía alimentando la psicopatología de las pequeñas -o grandes- diferencias.


El resultado de todo ello es que PP y PSOE cargan sobre sus espaldas la representación de unas bases electorales tan diversas que es imposible que todos y cada uno de los electores se sientan cómodos con su voto. La proximidad electoral además alimenta el eterno fantasma de la política democrática: el fantasma del centro. El centro es un espacio vaporoso al que se atribuye el poder mágico de decidir las elecciones. Por tanto, vigilias electorales, todos virando al centro.

El Partido Popular durante toda la legislatura ha mostrado su perfil más duro e intransigente con una guerra sin cuartel contra el Gobierno, en la que no ha reparado en gastos, ni siquiera en materia de política antiterrorista. Se decía que el objetivo era mantener vivo en su electorado el resentimiento por la inesperada derrota de 2004, con la idea de que si los suyos se mantenían firmes en su voto, la desmovilización de la izquierda haría el resto. Curiosamente, cuando han dado algunos signos de moderación y han hecho tímidos gestos de distensión, se han producido dos efectos no deseados: la fidelidad de su electorado, que se había mantenido en torno al 80%, ha empezado a decaer -y van ya tres Pulsómetros de Opina en esta dirección- y los ciudadanos que hasta ahora repartían bastante por igual la responsabilidad de PP y PSOE en la falta de consenso contra el terrorismo, señalan muy mayoritariamente al PP como principal culpable.

También en el espacio socialista se ponen en evidencia las dificultades de tirar de la manta hacia el centro sin dejar al descubierto el flanco izquierdo. Se palpa cierta desconfianza mutua entre el PSOE y el electorado de izquierdas. Zapatero, que sabe perfectamente de la facilidad con que un sector de la izquierda se desmoviliza, respondió de inmediato al voto masivo del 14-M con la retirada de las tropas de Irak. Daba en este sentido una gratificación a aquellos electores que dudan de si merece la pena ir a votar. Pero, al mismo tiempo, se puso el listón muy alto. La dureza del Partido Popular ha mantenido la tensión durante la legislatura y, en este sentido, ha jugado como aliada de Zapatero. Algunas iniciativas, sobre todo en materia de derechos civiles, reforzadas por la reacción nacionalcatólica, han mantenido viva la llama. Pero ha llegado la hora del giro al centro, diseñado por los estrategas electorales, como ha contado este periódico, y, por tanto, el momento de sacrificar algunos de los elementos programáticos a los que los votantes más volátiles de la izquierda podían ser más sensibles. De modo que se oyen cada día más voces que se preguntan ¿por qué siempre somos nosotros los que tenemos que ceder? El desconcierto aumenta cuando se asumen acríticamente los tópicos de la derecha, por ejemplo, que bajar impuestos es bueno por definición; o cuando se responde a la agresividad de la Conferencia Episcopal con la renuncia a acabar con los privilegios económicos de la Iglesia, lo único que realmente les pondría en vereda; o cuando se aplazan, por demasiado radicales, reformas que ya se habían prometido para esta legislatura; o cuando, en busca de legitimidad patriotera, se recupera a un personaje del pasado, cuyo narcisismo infinito garantiza problemas a raudales.

Decía François Mitterrand que para ganar unas elecciones lo primero es hacer el pleno de los tuyos, y que, si se consigue, lo demás se da por añadidura. Si, como dicen los estudios de opinión, la izquierda es ideológicamente mayoritaria en España, el argumento de Mitterrand tiene todavía más fuerza. Un exceso de confianza en el voto del mal menor puede hacer que se pierda por la izquierda lo que se gane por el centro. Los electores de izquierda también tienen su corazoncito.

“Licencias políticas”

Todo el mundo pagando sus licencias municipales de habitabilidad menos los partidos políticos que no sé si tienen patente de corso. Resulta que en Madrid andan a la greña con el que sí tu no tienes licencia, ni tu tampoco... y como te pases te mando una inspección.

La concejala de Urbanismo del Ayuntamiento de Madrid ha amenazado con mandar una inspección técnica a la sede de Ferraz del Partido Socialista para revisar la situación del edificio, al carecer de licencia desde 1983. Luego ha llegado el alcalde, Ruiz Gallardón, y ha impedido esa inspección.

Los socialistas se han defendido diciendo que la sede del Partido Popular en Génova y la sede de la fundación FAES tampoco tienen licencias; e incluso, que las obras que se han realizado en esta última se han hecho sin licencia de obras.

El caso es que todos han reconocido que no tienen concluido el proceso de legalización por la “lentitud administrativa”; será que para unos es más lenta que para otros.

10 diciembre, 2007

Toma de posesión de la Primera Presidenta electa de Argentina

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Un presidente saliente y marido emocionado que entrega la banda y el bastón presidenciales a su esposa, Cristina Fernández de Kirchner. Ha prometido más continuismo y que las convicciones de su marido son las suyas.

09 diciembre, 2007

¿Quién decide las elecciones generales españolas?

El diario “El País” publicó el 11 de noviembre y el pasado 6 de diciembre sendos artículos de opinión escritos por expertos en política que se plantean quién decide las elecciones españolas. El primero es de Cesar Molinas y apoya la tesis, que comparto, de que en España el triunfo electoral depende de la abstención de la izquierda, de esos dos millones de votantes volátiles que depende de sí se movilizan o no, gana el PSOE. Considero que el electorado del PP está generalmente motivado para ir a votar y que por tanto cuenta con escasos abstencionistas.

El segundo artículo de la politóloga Belén Barreiro se sitúa en la creencia de que es el centro político y moderado el que decide las elecciones españolas, considerando a esos dos millones de votantes volátiles y pendulantes situados en ese centrismo los que determinan las elecciones.

Les dejo con la interesante lectura:


El poder decisorio de la 'izquierda volátil'


César Molinas


Los votantes centristas no son los fundamentales para lograr el triunfo electoral en España, sino aquellos que oscilan entre el PSOE, IU o la abstención. El PP puede ganar, pero lo tiene 'a priori' cuesta arriba.

La creencia de que las elecciones generales en España son decididas por los votantes centristas es incorrecta. La evidencia empírica muestra que estos votantes, definidos como aquellos cuyo voto oscila entre el PSOE y el PP, tienen escasa relevancia. Los votos decisivos son los de la izquierda volátil, aquellos que oscilan entre el PSOE, IU y la abstención. Esto equivale a decir -y sé que la equivalencia no es obvia- que en las elecciones generales el PP siempre juega en campo contrario: las puede ganar, pero lo tiene a priori cuesta arriba. En este artículo me propongo mostrar que estas afirmaciones y equivalencias están respaldadas por los datos electorales y, también, extraer algunas consecuencias que me parecen interesantes.

En primer lugar, analizaré los resultados de las elecciones generales desde 1982 con el objetivo de cuantificar el voto centrista y el de la izquierda volátil. En segundo lugar, y aunque este artículo trate de elecciones generales, recogeré algunas enseñanzas de las elecciones locales del 27 de mayo pasado. En tercer lugar, me detendré en la relación que existe entre el voto al PSOE, por una parte, y la abstención y el voto a IU por la otra. En cuarto lugar, discutiré hasta qué punto un incremento notable de la abstención en Cataluña puede hacer perder al PSOE las elecciones de 2008. Por último, haré observaciones sobre las estrategias de los dos grandes partidos estatales.

Con una única excepción: en el último cuarto de siglo, España ha votado mayoritariamente izquierda. Desde 1982 ha habido siete elecciones generales. En seis de ellas la izquierda (PSOE, IU y sus antecesores) obtuvo entre un mínimo de 2,3 y un máximo de 3,5 millones de votos más que la derecha (PP, aliados regionales y sus antecesores). Sólo en las elecciones de 2000, que tuvieron la tasa de participación más baja de la actual etapa democrática (69%), la derecha superó en votos a la izquierda: la diferencia fue de 1 millón de votos. En 2000 la izquierda perdió 2,7 millones de votos respecto a 1996, de los cuales 2 millones fueron a incrementar la abstención. Esos 2,7 millones de votos los volvió a ganar en 2004. La derecha ganó 0,6 millones de votos, alcanzando su máximo histórico de 10,3 millones, pero los volvió a perder en 2004. Me parece razonable utilizar estas cifras para cuantificar los colectivos que antes he denominado votantes centristas e izquierda volátil. Los primeros pueden estimarse en 0,6 millones, que son los votos que ganó la derecha en 2000 tras una etapa de gobierno en minoría del PP en la que hizo gala de moderación y de buena administración. Esta cifra coincide con los votos perdidos en 2004 tras una etapa de mayoría absoluta en la que la arrogancia sustituyó a la moderación y en la que se tomaron decisiones, como la guerra de Irak, alejadas del sentir de muchos ciudadanos.

Cabe señalar que esos 0,6 millones de votos no decidieron las elecciones de 2000: el PP hubiese seguido gobernando aunque no los hubiese obtenido. Lo decisivo fue el desplome de la izquierda por la huida del voto volátil. Esta izquierda volátil puede estimarse en unos 2 millones de electores: los que votaron a la izquierda en 1996, se abstuvieron en 2000 y volvieron a votarla en 2004.

Las elecciones locales de mayo de 2007 ilustran bien que el voto de la izquierda volátil es decisivo en España no sólo en las elecciones generales, sino también en elecciones de otro tipo.

En el conjunto de España, y relativo a las elecciones locales de 2003, el PSOE perdió 240.000 votos, pero el PP sólo ganó 38.000. La aplastante victoria del PP en el municipio de Madrid resultó de una pérdida de 139.000 votos para el PSOE y de una ganancia de tan sólo 709 (sí, setecientos nueve) para el PP. La izquierda volátil volvió a decidir, esta vez a nivel local. No hay trazos de un trasvase significativo de votos del PSOE al PP. Además, el carácter decisorio del voto de la izquierda volátil no es un rasgo exclusivo de la actual etapa democrática. En las elecciones de 1933, la izquierda volátil -entonces el anarquismo- se abstuvo. Y ganó la derecha. En 1936, los anarquistas fueron a las urnas y los votos se incrementaron en más de 1 millón.

Ganó la izquierda. No tengo ni conozco ninguna explicación convincente de por qué en España la izquierda volátil tiene este carácter decisorio, que no ha menguado ni tan siquiera con la aparición de una numerosa clase media en la segunda mitad del siglo XX. Sea cual sea la explicación, en esto los españoles somos atípicos. En la mayoría de los países de nuestro entorno la alternancia en el poder la deciden los votantes de centro, que votan ora a la izquierda ora a la derecha. Aquí, por algún motivo, somos diferentes.

Paso ahora a desarrollar el tercer punto de mi argumentación. Si bien, según mis definiciones, derecha y PP son casi sinónimos, izquierda y PSOE no lo son. En 1996 la izquierda obtuvo 12,06 millones de votos y la derecha 9,76 millones. En 2004 se repitieron las cifras: la izquierda obtuvo 12,06 millones de votos y la derecha 9,72 millones. En el primer caso ganó las elecciones el PP y en el segundo el PSOE. La diferencia la marcó el resultado de IU, que obtuvo un 11% de los votos totales en 1996, su máximo histórico, tras la memorable pinza Aznar-Anguita, y solamente un 4% del total en 2004. Un análisis estadístico de los datos electorales utilizando modelos sencillos de regresión, que cualquiera puede replicar descargando los datos del Ministerio del Interior en una hoja de cálculo, ofrece los siguientes resultados: 1. Existe una relación estadística muy significativa entre el porcentaje de votos totales válidos que obtiene el PSOE, por una parte, y el porcentaje de participación en las elecciones y el porcentaje de voto a IU, por la otra parte; un aumento de la participación electoral de un 1% causa un aumento del porcentaje de voto al PSOE del 0,6%, mientras que un aumento del porcentaje de voto a IU del 1% causa una disminución del porcentaje del voto al PSOE del 1%. 2. No existe ninguna relación estadística significativa entre el porcentaje de votos totales válidos que obtiene el PP y el porcentaje de participación en las elecciones. En román paladino, estos resultados quieren decir lo siguiente: con una participación lo suficientemente alta y con un voto a IU lo suficientemente bajo, el PSOE siempre ganará unas elecciones generales, haga lo que haga el PP. Esta "ley de hierro" fundamenta las afirmaciones y la equivalencia enunciadas en el primer párrafo de este artículo.

Con los parámetros mencionados en el párrafo anterior se puede construir una tabla de doble entrada para estimar el porcentaje del voto total al PSOE en función de la participación electoral y del porcentaje de voto a IU. Esta tabla, que, insisto, todo el mundo puede construirse, muestra que es improbable que el PSOE gane las elecciones de 2008 si el voto a IU se mantiene en el 4% y la participación cae por debajo del 71% (en 2004 fue el 76%). Si el voto a IU subiese al 6%, el PSOE necesitaría una participación del 74% o superior para ganar. Si bien una participación superior al 71% parece probable, una participación del 74% (coincidente con la media histórica) parece más difícil de conseguir. Este mismo tipo de tabla puede utilizarse para evaluar los efectos que tendría un gran aumento de la abstención en Cataluña, como resultado de la sensación de desgobierno que podrían tener los votantes de esa comunidad. Si la participación catalana cayese hasta el 64%, el mínimo histórico alcanzado en 2000, el PSC podría perder 3 o 4 escaños y entonces el PSOE necesitaría una participación mínima del 73% en el resto de España para seguir gobernando, algo que me parece complicado pero no imposible. No pueden descartarse participaciones inferiores al 64% en Cataluña. En este caso, el PSOE lo tendría muy difícil para ganar en 2008.

Para concluir, quiero recalcar que la metodología agregada y "de arriba abajo" usada en este artículo ignora aspectos tan importantes del proceso electoral como la Ley d'Hondt o la incorporación al censo de nuevas cohortes. Sin embargo, considero que es la mejor para obtener una visión de conjunto de la problemática electoral, que muchas veces se pierde en el análisis desagregado por circunscripciones. La izquierda volátil es un conjunto heterogéneo con pocos denominadores comunes, todos ellos negativos. Es común su rechazo frontal al PP y a todo lo que representa la derecha. Es común también su desdén hacia el PSOE, al que votan tapándose la nariz cuando le votan. Por lo razonado hasta aquí, el objetivo principal de una campaña electoral, de cualquier campaña electoral, en España debe ser para el PP que no vayan a votar los que le detestan y para el PSOE que acudan a las urnas los que le desprecian. ¿Son consistentes sus estrategias electorales con estos principios?




El centro decide las elecciones en España

Belén Barreiro

El PSOE ganará si unos dos millones de ciudadanos moderados castigan la estrategia de la crispación de un PP más próximo a los 'neocon' estadounidenses que a los conservadores británicos.

De las nueve elecciones generales celebradas en España, cuatro las han ganado partidos de centro o de derecha, mientras que la izquierda, representada por el PSOE, se ha hecho con la victoria en las cinco ocasiones restantes. Teniendo en cuenta que las encuestas demuestran sistemáticamente que en nuestro país hay bastantes más ciudadanos de izquierda que de derecha, no deja de llamar la atención el triunfo de los centristas y de los conservadores en casi la mitad de las convocatorias.

Las principales razones que explican el relativo equilibrio en las victorias electorales son, por un lado, la división de la izquierda en dos partidos (PSOE e IU) y, por otro, la mayor tendencia de los ciudadanos progresistas a no votar al PSOE, eligiendo, entre otras opciones, la abstención. Así, mientras que las victorias del PP están sujetas a que la izquierda no se movilice en exceso, los triunfos del PSOE no dependen de lo que se haga en el campo ajeno.

En un artículo de opinión publicado recientemente en este diario (11-11-2007), César Molinas llama la atención sobre las condiciones que deben cumplirse para que el PSOE gane las próximas elecciones en España: un voto a IU lo suficientemente bajo y una participación lo suficientemente alta. Mediante el análisis agregado de los resultados de las elecciones, cuyos datos se obtienen, como bien señala el autor, en la página web del Ministerio del Interior, se especifican en este interesante artículo los parámetros que podrían conducir a la derrota socialista: un voto a IU que supere el 4% y una participación por debajo del 71%.

Coincido con estas observaciones, cuyos fundamentos -especialmente la dependencia entre el voto al PSOE y la abstención- ya habían sido tratados en varios estudios de sociología política a partir de la explotación de las encuestas postelectorales del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS).

En su artículo, Molinas va más allá de este hallazgo y concluye que no son los votantes centristas los que deciden las elecciones en España, sino la izquierda que oscila entre el PSOE, IU y la abstención, calificada de izquierda volátil. La tesis se basa en las variaciones de voto entre elección y elección. Sin embargo, estas variaciones no permiten extraer conclusión alguna sobre la ideología de los electores, lo mismo que tampoco dejan conocer otras de sus características, como su edad, su clase social, sus actitudes religiosas, u otros atributos. Los flujos de voto entre elección y elección son ciegos con respecto a los perfiles políticos y sociales de los ciudadanos.

Esta observación va más allá de una discrepancia puramente metodológica: el problema no está en el método, sino en la pretensión de extraer una conclusión política de cierta trascendencia -las elecciones no se juegan en el centro- sin tener información alguna sobre la ideología de los que cambian de voto o de los que entran y salen del electorado. Esta información sólo puede obtenerse analizando la posición ideológica de los ciudadanos: para ello, se debe recurrir a las encuestas, el método que nos permite complementar los análisis agregados de los resultados electorales.

Según Molinas, los 600.000 votos que el PP gana en 2000 y que pierde en 2004 son el grupo de votantes centristas que hay en España. Por su lado, la izquierda volátil contendría a los dos millones de electores que perdieron los partidos de izquierda, el PSOE e IU, en 2000 y que habrían sido recuperados en 2004.

Varias observaciones son pertinentes. En primer lugar, el centro no puede cuantificarse sin más por lo que el PP gane o pierda. Sabemos, por las encuestas, que en España hay aproximadamente un 20% de centristas declarados, muchos más de los que Molinas estima. Estos ciudadanos son clave para determinar las victorias electorales. Los datos poselectorales del CIS revelan que el partido que gana las elecciones en nuestro país es, sistemáticamente, el más votado en el centro político (la posición 5 de la escala ideológica de 1 a 10). Ningún triunfo, ni del PP ni del PSOE, se ha producido sin haber ganado en el centro.

En segundo lugar, aproximadamente otro 20% del electorado, tanto en España como en otras democracias, no declara su ideología. La peculiaridad de estos ciudadanos, tanto aquí como fuera, es su tendencia a ponerse del lado del partido que gobierna. Salvo en las elecciones de 1996, en las que el PSOE gana el pulso al PP entre los que no tienen ideología pese a irse a la oposición, las demás victorias electorales de los dos partidos se han producido con el respaldo de estas personas. Por tanto, con la excepción señalada, el partido que llega al Gobierno en España es aquel que gana el pulso electoral tanto en el centro como entre los ciudadanos sin ideología, que, sumados, representan el 40% del electorado.

En tercer lugar, pese a que en nuestro país la media ideológica de los que no votan esté escorada a la izquierda, la bolsa de abstencionistas también se nutre de centristas y sobre todo de individuos sin ideología declarada. De hecho, son precisamente estos últimos los que más se abstienen, más de lo que lo hacen los ciudadanos de la izquierda (posiciones 3 y 4 de la escala ideológica). Otra cuestión es que el PSOE, a diferencia del PP, haya tenido históricamente ciertas dificultades para mantener a su electorado ideológicamente más próximo. Mientras que los populares logran el apoyo de casi todos los ciudadanos que se sitúan en la derecha, el PSOE no logra que la izquierda cierre filas. Las elecciones de 2000 representaron, en este sentido, el momento más dramático: únicamente el 48% de los que se decían de izquierdas (posiciones 3 y 4) votaron al PSOE. En las elecciones de 2004, sin embargo, la atracción del voto de izquierda fue casi tan alta como en las elecciones de 1986: el 68% votó socialista. Este porcentaje sigue estando, en cualquier caso, por debajo de la capacidad de atracción del PP, que logra que le vote el 80% de la derecha.

Esta diferencia en la capacidad de los dos partidos para atraer a los suyos se debe también a la heterogeneidad de los que se declaran de izquierda. En este grupo ideológico se encuentran bastantes votantes nacionalistas, que optan por partidos que defienden sus ideas en otro eje de competición, como es el eje territorial, pero también ciudadanos que, situándose en posiciones próximas a las del PSOE, simplemente se definen como liberales. Dado el pasado franquista de España, cabe pensar que haya ciudadanos que se sitúan en la izquierda por recelar de la derecha sin sentirse necesariamente socialistas.

En suma, las condiciones de la victoria electoral del PSOE son, para bien o para mal, más complejas de lo que se da a entender en el artículo de Molinas. El PSOE, como otros partidos socialdemócratas, se nutre de individuos ideológicamente diversos. Entre sus votantes, fieles o potenciales, se encuentran socialistas o socialdemócratas convencidos, pero también personas con perfiles ideológicos indefinidos, y ciudadanos que simplemente apuestan por la serenidad y la templanza. En el diseño de sus estrategias, el dilema para el PSOE consiste precisamente, como si de un juego de malabaristas se tratase, en hallar equilibrios.

Y a este electorado tan diverso al que el PSOE debe apelar, no sólo le une el rechazo a un PP que ha optado en los últimos tiempos por rehuir de la moderación, acercando más sus posiciones a la derecha norteamericana que a la británica, sino también la apuesta por un país eficiente que no renuncie a mejorar los servicios públicos y las políticas de bienestar. La balanza se inclinará del lado del PSOE si, en este final de legislatura, los ciudadanos moderados quedan convencidos de que la tensión en el clima político responde a una estrategia de la derecha, que es deliberada, como bien ha mostrado el Informe sobre la democracia en España (2007) de la Fundación Alternativas. Pero también si se les persuade de que las políticas emprendidas en estos últimos años son las que promueven el progreso de España.

02 diciembre, 2007

14 intelectuales asesorarán a Zapatero en su programa electoral

¿Hace falta que un partido político fiche a intelectuales internacionales de reconocido prestigio para elaborar su programa electoral? Sea Sí, o sea No; el caso es que el Partido Socialista, que hasta ahora contaba con sus bases para elaborar su programa electoral ahora tira de un flamante grupo de sabios consabidos.

Tres premios Nobel: la neocelandesa y militante antinuclear, Helen Caldicott y la keniana Wangari Maathai (de la Paz); Joseph Stiglitz (de Economía); Jeremy Rifkin, economista; Marie Duru-Bellat, socióloga; Torben Iversen, experto electoral; George Lakoff, experto en comunicción; Wolfgang Merkel, politólogo; Guillermo O’Donnell, politólogo; Nicholas Stern, especialista en cambio climático y autor del informe sobre ese mismo tema para Blair; Philip Pettit, politólogo; María Joao Rodríguez, socióloga; André Sapir, economista y Barbara Probst, escritora. En total un grupo de cinco mujeres y nueve hombres. Qué raro que no se guarde la paridad con lo que le gusta a Zapatero.

Recordemos que ya en el programa electoral anterior de las elecciones del 2004 ya contó con el llamado “comité de sabios” de producto nacional en el que se encontraban José Bono, Rodríguez Ibarra, Peces Barba o Solbes.

A estos 14 magníficos internacionales los reunirá al menos una vez al año; me pregunto dos cosas, quién les pagará ¿el partido socialista? Y ¿sabrán todos estos sabios extranjeros la realidad española para poder asesorar con buen tino?

IU preguntará en el Congreso si el duque de Lugo cobra de los fondos públicos

Buena pregunta, al grupo IU-ICV en el Congreso, le preocupa si Jaime Marichalar, ex esposo de la infanta Elena, recibe algún tipo de asignación con cargo a los Presupuestos Generales del Estado dentro de las partidas de la Casa Real, y si seguirá haciéndolo en caso de separarse legalmente o divorciarse.

De momento la condición legal de Marichalar es la de cónyuge de la hija mayor del rey. Por otra parte, el conocido senador Iñaki Anasagasti se pregunta en su web si Rouco Varela les excomulgará en caso de divorcio y si devolverán el gasto de la boda, al que fueron unos 1.200 invitados.

El Rey a Chávez: ¿'Por qué no te callas?'

Durante la cumbre iberoamericana y ante las constantes descalificaciones del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, hacia el ex presidente Aznar, el Rey don Juan Carlos ha intervenido y le ha espetado: '¿Por qué no te callas?'

¿Puede un rey que reina pero no gobierna hacer ese tipo de comentario? Diplomaticamente inaceptable.