31 mayo, 2008

Gabinetes de prensa públicos

María José Canel es profesora en la Universidad Complutense y especializada en temas de comunicación política, tiene un libro que salió el año pasado titulado ”Comunicación de las instituciones públicas” sobre cómo comunicar en las alcaldías, las consejerías, las direcciones generales, los servicios públicos como la seguridad, la sanidad o el medio ambiente.

Profundiza en la interacción entre las instituciones y los ciudadanos, además de establecer una distribución de las funciones comunicativas entre, por ejemplo, el líder, el jefe de gabinete, el portavoz, el director de comunicación, los altos cargos, etc. También plantea cuestiones como las relaciones informativas, los discursos, la organización de eventos o la comunicación de crisis.

La profesora aconseja no dejar para el último minuto las tareas de la comunicación política, no improvisarlas y diseñar estrategias de alcance.

Respecto a las elecciones presidenciales, dice: “Todos los expertos coinciden en afirmar que el público juzga a los líderes conforme a dos rasgos esenciales: la competencia profesional y la personalidad o carácter. El primero hace referencia al conocimiento, las capacidades de gestión, la sabiduría, la eficiencia, el criterio y la firmeza en la toma de decisiones. Mientras que el segundo, el carácter, puede venir medido en los términos de honestidad, fiabilidad, simpatía, capacidad para construir valores y cumplir lo prometido, compresión y cercanía".

Les dejo el índice del libro:

- Prólogo.

Capítulo I. El proceso de la comunicación política.
Capítulo II. Comunicar la institución con estrategia.
Capítulo III. ¿Qué nos dice el público sobre la institución? Incorporar la evaluación en la estrategia.
Capítulo IV. La estrategia en la práctica (I): la organización de la oficina de comunicación.
Capítulo V. La estrategia en la práctica (II): públicos y mensaje.

- Referencias bibliográficas

28 mayo, 2008

¿Quién explota las fotografías oficiales de la monarquía española?

-

Esa es mi curiosidad de hoy. Leo que el Ministerio de la Presidencia ha convocado un concurso público para imprimir 75.200 retratos oficiales, realizados por Dany Virgili, de don Juan Carlos y doña Sofía.

Por lo visto, la empresa Aldeasa y sus tiendas oficiales son las que comercializan la imagen de los Reyes de España y además de fotografías por 3,50 euros el tamaño pequeño; y 4,50, el grande; venden también llaveros a 3,80 euros y abrebotellas por 3,10.

Lo que me pregunto es dónde reinvierte este dinero ¿a la familia real, a la arcas públicas del estado?, en caso de lo segundo, podían hacer más merchandising con gorras, toallas, material fungible de oficina, alfombrillas para el ratón óptico... que sé yo... todo por salir de la crisis económica...


El carisma y los carismáticos

-

Publica el “The New York Times” una columna de Kate Zernike, titulada “Cuando el carisma conduce al poder”, en el que concluye que no todos los carismáticos acaban siendo grandes líderes.

Veamos la acepción que nos interesa de carisma según el DRAE: especial capacidad de algunas personas para atraer o fascinar.

Les dejo el texto del diario:

“Cuando asumió el poder en 1933, Franklin D.Roosevelt se enfrentaba a un país en crisis.

Cuatro de cada 10 estadounidenses en edad de trabajar no tenían empleo.

Los bancos se derrumbaban y frente a sus ventanillas se formaban largas colas ya que la gente se apresuraba a retirar sus ahorros.

El 4 de marzo, Roosevelt pronunciaba su ahora célebre discurso inaugural, en el que prometía que lo único que debían temer era "al propio miedo". En cuestión de días había conseguido una legislación que avalaba a los bancos, y el 12de marzo, acudió a la radio. "Cuando la gente descubra que puede coger su dinero -que puede sacarlo cuando quiera-, el fantasma del miedo no tardará en desaparecer", aseguraba, tranquilizando a una nación ansiosa.

Cuando los bancos volvieron a abrir la mañana siguiente, las colas habían desaparecido, como relataba Robert A. Caro en el primer volumen de su biografía sobre Lyndon Johnson, “The path to power”. Fue gracias a la legislación, pero principalmente, escribe Caro, "recuperaron la confianza por la .confianza del presidente".

¿Tildaríamos esto de culto a la personalidad? Hoy esa expresión rodea a Barack Obama, tal vez porque no hay muchas maneras de explicar cómo un senador en su primer mandato se las ha apañado para abrirse paso hasta convertirse en favorito en la carrera hacia la presidencia.

Es demasiado pronto para saber qué papel desempeñará Obama en la historia, por no hablar de si se le puede comparar con Roosevelt, como ocurre más habitualmente, con John F. Kennedy. Pero tal vez haya llegado el momento de examinar con más atención esta etiqueta que se le atribuye y cómo ha sido aplicada en el pasado.

El "culto a la personalidad" se utiliza en un sentido negativo. Pero si lo reformulamos con otro nombre -llamémoslo carisma-, y, como demuestran Roosevelt y otros, puede ser un elemento fundamental de la política y de su pariente en la práctica, el gobierno. Pero no puede ser el único elemento. "Hoy en día, los ataques al culto a la personalidad parecen ser en realidad ataques contra la habilidad de pronunciar discursos inspiradores", afirma Caro. "Pero no tenemos más que fijarnos en los momentos cruciales de la historia de nuestro tiempo para comprobar lo esencial que es tener un líder capaz de inspirar, capaz de situar a una nación por encima de la media, que pueda infundir confianza a un país y recordar a la gente la justicia de una causa".

Y advierta: "Eso no siempre se traduce en una gran presidencia".

Entonces, ¿qué apariencia tiene? El carisma, escribía Arthur M. Schlesinger, hijo, en The politics ofhope, es metafórico, "un sinónimo elegante de heroico o de demagógico, e incluso de popular". Pero también es la elegancia que Norman Mailer captó en Kennedy al escribir sobre la convención demócrata de 1960 en Los Ángeles. Mailer describía cómo aparecieron el descapotable de Kennedy, y después su bronceado y sus dientes, ante una multitud plagada de cámaras en Pershing Square, "el príncipe y los mendigos del glamur mirándose mutuamente desde lados opuestos de la calle".

Según cualquier definición, el líder carismático aparece en tiempos de crisis o de anhelo nacional. Schlesinger escribió en 1960 acerca de "un nuevo talante en la política". Reinaba, según él, "una insatisfacción cada vez mayor con las prioridades oficiales y una preocupación cada vez más profunda sobre nuestro carácter y nuestros objetivos como nación".

Eso podría explicar el ambiente que perciben ahora los seguidores de Obama. Alan Wolfe, director del Boisi Center for Religion and American Political Life, perteneciente al Boston College, opina que Obama se limita a apelar emotivamente a esos anhelos. "La política es una cuestión de gobierno, pero también de transmitir al pueblo la sensación de que participa de una empresa común con sus conciudadanos", señala Wolfe.

Los filósofos lo llaman "religión civil", empleando el lenguaje de la religión y la elevación para hablar de un país. Pero otros consideran este mismo lenguaje un culto a la personalidad más cínico. "Lo inquietante de la campaña es que ha pasado de la esperanza y el cambio a la redención", afirma Sean Wilentz, un historiador de Princeton y viejo amigo de los Clinton. "Se basa en hacerse pasar por alguien que representa a la única persona que redimirá nuestra política. Y lo que me temo es que eso acabe con la política prometiendo más de lo que la política puede ofrecer".

Desde el día en que Obama anunció su candidatura la ha bautizado como movimiento, y se ha definido a sí mismo como el artífice de un cambio generacional. Se ha burlado de su rival, Hillary Rodham Clinton, por acusarle de crear "falsas esperanzas".

La cuestión fundamental es si el carisma se traduce en medidas legislativas y cómo lo hará. Lo idóneo, dice Doris Kearns Goodwin, biógrafa de presidentes, sería una mezcla de experiencia y carisma, "el poder fundir a Clinton y Obama en una misma persona".

Democracia y corrupción

La Fundación Alternativas, de la esfera del PSOE, ha realizado un informe titulado “La democracia en España 2008” en el que la calidad de la democracia española ha sido evaluada por expertos en ciencia política y el resultado ha sido una mediocre nota del 6,2% sobre 10.

Según el informe, la llamada “la estrategia de la crispación” desarrollada por el PP en la anterior legislatura, su objetivo era polarizar a la población para lograr réditos electorales, en su pretensión de llevar a la abstención a una parte del voto de la izquierda.

El estudio llama la atención sobre la falta de autonomía del poder político respecto del poder económicos y la insuficiente independencia de los medios de comunicación con el poder político.

En cuanto a los alcaldes corruptos (ver gráfico) el informe recoge 133 casos de supuesta corrupción de alcaldes en la última legislatura. 5 de ellos con condena. 82 con imputación judicial y 51 susceptibles de sospechas o denuncias.

17 mayo, 2008

La recesión económica y el IVA

-

Dada esta recesión e inflación qué mejor cohesión para nuestros bolsillos que una reducción del IVA (Impuesto del Valor Añadido) en todas nuestras compras hasta que la economía vuelva a brillar de esplendor.

La rebaja del impuesto sería una más que evidente solidaridad del parlamento europeo hacia los bolsillos de la población europea que es a ella (dicen ellos) a los que hay que aplicar las políticas sociales.


Función de los gabinetes de prensa

“El gabinete de prensa es el que se encarga de modelar la información, saturarla con datos o cortocircuitar el acceso a las fuentes”. Juan Luis Manfredi, dixit.

Manfredi es profesor del Instituto de Empresa Universidad y periodista

Hillary, no way

-

Una encuesta realizada a electores demócratas, es decir del propio partido de la candidata, en un más de un 60% dicen que Hillary será derrotada porque proyecta una imagen artificial, calculadora y algo maquiavélica. Dice también que una de las razones que podría explicar su fracaso es su arrogancia de ganadora.

Artificial, calculadora, maquiavélica y arrogante, adjetivos todos ellos que, en mayor o menor medida, podemos encontrar en cualquier líder político, miremos a Bush, Aznar, Sarkozy, Chávez, Blair, Chirac, Putin, Schröder... por citar unos cuántos que, según se mire, tienen, unos más que otros de arrogantes o maquiavélicos, artificiales o calculadores.

No sé, se podría decir que es poco eficaz, una incompetente, que está poco preparada intelectualmente y que no tiene experiencia ninguna...

Sospecho que la sociedad norteamericana no está preparada para tener a una mujer sentada en el despacho oval, aunque ya me gustaría a mí.

Las encuestas revelan que hasta las propias mujeres están en contra de que sea una mujer la que gobierne el país. Así, un 35% de mujeres se mostraría contraria a ver una mujer en la Casa Blanca, frente al 64% de los hombres.

15 mayo, 2008

Las mentiras en política

- Hoy se publica en el diario “El País” un artículo de opinión interesante de Hans Kung, catedrático de teología en la universidad alemana de Tubinga y presidente de la Global Ethic Foundation.

Kung, defiende que el Estado y los políticos no tienen por qué tener una moral distinta a la de los ciudadanos. Al fin y al cabo “el juego sucio y los engaños no son rentables a largo plazo porque minan la confianza”.

Les dejo el artículo íntegro que lleva por título “¿está justificada la mentira en política?”:

Una pregunta ética fundamental para el sucesor del presidente estadounidense George W. Bush es ésta: ¿Debe mentir un presidente? ¿Hay alguna circunstancia en la que la mentira esté justificada?

El ex secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger no tiene problemas para justificar las mentiras. Kissinger opina que el Estado -y, por consiguiente, el estadista- tiene una moral diferente a la del ciudadano corriente. Lo demostró en la práctica durante sus años en el Gobierno de Nixon y luego defendió esta opinión en su libro de 1994, Diplomacy, en el que menciona a figuras históricas que admira: entre otros, Richelieu, Metternich, Bismarck y Theodore Roosevelt.

Cuando le dije en una ocasión que esa visión del ejercicio del poder político me parecía inaceptable, él replicó, no sin ironía, que el teólogo ve las cosas "desde arriba" y el estadista "desde abajo".

Le hice esa misma pregunta sobre la mentira y la moral política a un buen amigo de los dos, el ex canciller de Alemania Federal Helmut Schmidt, cuando pronunció una conferencia sobre ética mundial en la universidad de Tubinga en 2007: "Henry Kissinger dice que el Estado posee una moral distinta de la del individuo, la vieja tradición desde Maquiavelo. ¿Es verdad que el político que se ocupa de asuntos exteriores debe atenerse a una moral especial?".

Schmidt me respondió: "Estoy firmemente convencido de que no existe una moral distinta para el político, ni siquiera el político que se ocupa de asuntos exteriores. Muchos políticos de la Europa del siglo XIX creían lo contrario. Quizá Henry sigue viviendo en el siglo XIX, no sé. Tampoco sé si hoy seguiría defendiendo ese punto de vista".

Por lo visto, sí. Al recomendar, hace poco, más participación militar en las guerras de Irak y Afganistán, Kissinger ha demostrado que sigue siendo un político que piensa desde el punto de vista del poder y en la tradición de Maquiavelo. Aunque por otro lado, ha dicho que está en favor del desarme nuclear total. ¿Es una contradicción o un signo de la sabiduría que da la edad?

En las reuniones del Consejo Interacción de ex jefes de Estado y de Gobierno, del que soy asesor académico, se discuten problemas de ética. Recuerdo que en 1997 no hubo ninguna cuestión relacionada con la Declaración Universal de las Responsabilidades Humanas del consejo que se debatiera con tanta intensidad como la de "¿No mentir?". El artículo 12 de la declaración trata sobre la veracidad, y dice: "Nadie, por importante o poderoso que sea, debe mentir". Sin embargo, inmediatamente sigue una puntualización: "El derecho a la intimidad y a la confidencialidad personal y profesional debe ser respetado. Nadie está obligado a decir toda la verdad constantemente a todo el mundo". Es decir, por mucho que amemos la verdad, no debemos ser fanáticos de la verdad.

Pero no exageremos. Los políticos también son seres humanos, e incluso una persona veraz puede mentir cuando se encuentra en una situación difícil. No hablo de las mentiras que se cuentan por diversión ni de las mentiras piadosas, sino de las mentiras deliberadas. Una mentira es una afirmación que no coincide con la opinión de la persona que la hace y que pretende engañar a otros en beneficio personal. O como dicen los Diez Mandamientos en Éxodo 20:16: "No darás falso testimonio contra tu vecino".

Una vez, el ex ministro de Asuntos Exteriores de un país del Sureste Asiático me contó, con una sonrisa, que en su ministerio corría esta definición de embajador: "Un hombre al que se envía al extranjero para que mienta". Pero hoy ya no puede construirse ninguna diplomacia eficaz a partir de esa idea. En la época de Metternich y Talleyrand, dos diplomáticos podían decirse mentiras a la cara. Pero hoy, en la diplomacia secreta, es necesaria la franqueza, por más que se emplee todo tipo de tácticas astutas en la negociación.

El juego sucio y los engaños no salen rentables a largo plazo. ¿Por qué? Porque minan la confianza. Y, sin confianza, la política constructora de futuro es imposible.

Por consiguiente, la primera virtud diplomática es el amor a la verdad, según dice el diplomático británico sir Harold Nicolson en su clásica obra de 1939, Diplomacy, que, por cierto, Kissinger menciona a regañadientes en su libro, en la página del copyright, pero luego no vuelve a citar en ninguna parte.

Eso significa que algunos estadistas como Thomas Jefferson tenían razón: no existe más que una sola ética sin divisiones. Ni siquiera los políticos y hombres de Estado tienen derecho a una moral especial. Los Estados deben regirse por los mismos criterios éticos que los individuos. Los fines políticos no justifican medios inmorales.

O sea, la veracidad, que está reconocida desde la Ilustración como condición previa fundamental para la sociedad humana, no sólo es un requisito para los ciudadanos individuales sino también para los políticos; especialmente para los políticos.

¿Por qué? Porque los políticos tienen una responsabilidad especial respecto al bien común y además disfrutan de una serie de privilegios considerables. Es comprensible que, si mienten en público y faltan a su palabra (sobre todo, después de unas elecciones), luego se les eche en cara y, en las democracias, tengan que pagar el precio, en pérdida de confianza, pérdida de votos en las elecciones e incluso pérdida de su cargo.

Las mentiras personales, como las que contó el ex presidente estadounidense Bill Clinton durante el caso de Monica Lewinsky, son malas. Pero lo peor es la falsedad, que afecta al fondo de las personas y sus actitudes esenciales (como puede verse en la actitud del presidente George W. Bush durante los cinco años de la guerra de Irak). Y lo peor de todo es la mendacidad, que puede impregnar vidas enteras. Según Martín Lutero, una mentira necesita otras siete para poder parecerse a la verdad o tener aspecto de verdad.

Ahora bien, por supuesto que también existen políticos y estadistas honrados. Yo conozco a unos cuantos. Además de la virtud de la sinceridad, tienen que practicar la sagacidad. Sobre todo, deben ser perspicaces, inteligentes y perceptivos, estrategas hábiles e ingeniosos y, si es necesario, astutos y ladinos, pero no maliciosos, intrigantes ni canallas.

Deben saber cuándo, dónde y cómo hablar... o callarse. No todos los circunloquios y exageraciones son mentiras en sí mismos. No hay duda de que, en determinadas situaciones, puede haber conflictos de responsabilidades en los que los políticos deben decidir de acuerdo con su propia conciencia.

"Muchas veces era difícil: no podíamos decir toda la verdad y, con frecuencia, debíamos ocultarla o permanecer callados", me dijo el ex presidente estadounidense Jimmy Carter tras una sesión del Consejo Interacción. Y me impresionó profundamente cuando añadió: "Pero, durante mi mandato, en la Casa Blanca no mentimos nunca".

14 mayo, 2008

Protejamos el medio ambiente


Hagamos como Irlanda, que aprobó en el 2002 un impuesto sobre las bolsas de plástico que se gravaron con 22 céntimos por cada una de ellas que los consumidores pidieran en las cajas de los comercios.

El efecto que tuvo el impuesto fue que el uso de las bolsas de plástico cayó un 94% porque todo el mundo iba a las compras con sus bolsas de tela reutilizables.

China, Australia y ciudades como Nueva York y San Francisco han anunciado planes para acabar con las bolsas, entre ellos, cobrarlas.

Obama, Mac - Hilary, PC

Leo en “The New York Times”, una columna curiosa de Noam Cohen que dice que estos dos candidatos demócratas han dejado su impronta y estilo diferenciado en sus páginas web.

La conclusión es que la página de Obama se diseñó para un público joven y entendido en tecnología. Es más armoniosa, con espacios en blanco, en una gama de colores de azules claros y con elementos y presentaciones integrados al estilo Mac.


Sin embargo, la página de Clinton emplea un esquema de color más tradicional en azul oscuro. Presenta unas líneas más marcadas que dividen los contenidos y utiliza iconos insulsos junto a los botones para ofrecerse como voluntario. Es más regia y frenética, muy del estilo de los PC, según el columnista.